03 marzo 2015

La muerte de la dulzura

"Para ti, siempre tuyo"

               
              La historia más triste que le había sucedido, la historia de su vida, brotó de sus recuerdos una noche más. Françoi Bessete, ya tenía los huesos gastados de tanto correr, sin embargo nunca logró huir de sus recuerdos y volvía a ellos uno noche más. Decidido a contar sus penurias, tomo su vieja Olivetti y con un royo nuevo de tinta comenzó a escribir. Sin comer ni descansar, con los labios sangrando de sequedad y los dedos destrozados terminó aquella biografía. Su vida sin rumbo comenzó aquel verano:

ACTO I

            Eran los primeros días de un septiembre caluroso, yo siempre había llevado una vida normal lejos de la locura y desenfreno que movía a mi juventud en aquella época. Si mal no recuerdo era 1987 y se acercaba una verbena muy popular. Yo no buscaba nada fuera de mi circulo de ideas: viajar, escribir, comenzar una carrera y, en mis breves pero intensos momentos de inspiración, componer alguna que otra canción. Lejos estaba yo de saber que se venía sobre mi.

Como he mencionado, se acercaba la fiesta de mi ciudad, Carcasona. Llegada la fecha, me dispuse a salir. Mis compañeros y yo nos emborrachamos y bailamos, hasta que llegó la prima de mi mejor amigo junto a otra chica. No se que me pasó, pero notaba que algo me revolvía el estomago y terminaba con lo que hasta el momento era una noche memorable. Adrienne Chevalier se llamaba. Me presenté enseguida, pero me pudo lo previamente bebido y acabé agarrado al cuyo de esta chica. Me acompañó hasta que se relajó mi embriaguez y entonces pude observarla con detenimiento. Unos labios gruesos, que sin embargo la dotaban de la máxima finura. Una cara fina que se culminaba con dos preciosos ojos marrones. Para coronarla con su larga melena castaña oscura. Me quedé embobado. Solo reaccioné cuando ella me sonrió y me invitó a bailar. Cobijados por otras parejas que bailaban sin dar cuenta de lo que a su alrededor ocurría se formó algo bello. Nos fundimos en un beso. Pero no fue cualquier beso. No, ni mucho menos. No entendía como tras todos mis andares con otras muchachas, de pronto y sin previo aviso estaba desarmado. -Un solo beso -me repetía internamente- Un solo beso y ya no puedo soltarla. Y así fue como la conocí. Mi máxima pena fue cuando desapareció llevada por unas amigas que la estaban buscando. "Búscame", lo último que me dijo. Tras ello no recuerdo mucho más.

A la mañana siguiente yo me levanté como buenamente pude (pues la resaca me estaba dominando) y fui a buscar a la prima de mi mejor amigo, Cosette. No fue fácil pero finalmente la encontré desayunando en la cafetería de la plaza. Me contó que Adrienne se acababa de mudar al pueblo y que vivía en la calle más alejada de mi casa. Esto no me desanimó, al contrario. El saber que vivía en el pueblo me daba la esperanza de volverla a ver. Sin saber muy bien que hacer me fui a casa, pensando como podría volver a hablarle. Cuando de pronto, al girar la esquina que da a mi calle la veo. Ahí estaba ella, sentada en las escaleras de mi casa y aun más radiante al sol. Sin saber muy bien que hacer la saludo muy tímidamente y ella me corresponde con un cariñoso abrazo, sinceramente pensé que estaba soñando. La recordaba increíble, pero las siguientes horas descubrí que no había un adjetivo que se ajustase a ella. Nos despedimos de nuevo con un beso, aun los recuerdo todos  cada uno.

Poco a poco empezamos a quedar más a menudo. Cada vez estaba peor de la cabeza. ¿Sería amor? Que me muera ahora mismo si no era el más puro amor que haya existido. Sus gustos musicales, su forma de vestir, de sonreír, de caminar, su cultura que me estaba descubriendo... todo. No se de donde, pero salió el primer "Te quiero". Por mi parte el más sincero, pues era la primera vez que lo decía y los que me conocieron bien saben que nunca pude decirlo ni antes ni después. Por su parte, el más profundo, eso lo delataban sus ojos.

 Así pasaron meses, meses de infinitas alegrías, y llegó la navidad.

Estaba eufórico así que, si bien nunca se me han dado bien los regalos intenté hacerla feliz con lo más bonito que se me ocurrió. Enmarcar nuestra mejor fotografía y escribir posiblemente la declaración de amor más bonita que en la vida se me ocurriría. 

No podré expresar jamas con palabras lo mucho que la amaba, y aun, con los años que han pasado, la amo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario